viernes, 1 de noviembre de 2013

Texto:


            Sonia era hermosa y era mi amiga. Un día no hace mucho, mientras iba caminado por la calle inundada de tristeza me puse a pensar en la cantidad de casas en las que ella  había vivido, como si su esencia  estuviera desparramada por toda la ciudad. Acá está en la histórica alquilada de 63, donde vivía cuando era chica con sus viejos y su hermano Germán. Esta foto se la saqué cuando nos reencontramos después de muchos años. Ella había vuelto del sur y estaba viviendo con David y Luka de unos ahorros que le dieron el divorcio y la venta de la casa de Viedma.  La dueña le cobraba sólo trescientos mangos y yo me acuerdo que me daba algo de envidia su suerte. ¡Qué puta suerte!…  En esa época yo no podía ni siquiera juntar esa plata y me parecía que a pesar de todo ella estaba bárbara.
            La pelada se debe a la quimioterapia, y eso también es una ironía, porque a pesar del tiempo, le quedaba igual de linda que cuando teníamos dieciséis y ella se rapaba para desafiar  los cánones de belleza.

            El tema de la vivienda, es algo angustiante para mí desde que éramos chicas y ella empezó  a mudarse, como en una peregrinación de un lado a otro. Cuando la madre la echó por primera vez, vivió primero con una amiga, después con un novio, después con unos amigos de su  ex novio que pertenecían a H.I.J.O.S., después ocupó una casa abandonada con un grupo de anarcos, un día la fui a visitar cerca de la estación de trenes donde compartía una casa vieja con unos militantes del PCR que había sacado no sé de dónde. Así dio mil vueltas. Construyó y vendió una casa en Viedma que fue donde nació Luka, después se vino para acá, por Olmos donde consiguió una  que tenía mas parque que casa y Luka corría por todas partes mientras los  caballos de la zona se comían los  yuyos.  En total creo que se mudó como veinte veces. La última fue una casa muy linda en la diagonal 79.  Marx decía que de todas las necesidades de los hombres, la primera, la más importante, antes que comer y que trabajar es la de habitar. No se dónde la habrán puesto  ahora, a ella que estaba tan acostumbrada a moverse de un lugar a otro. Quizás sus cenizas estén desparramadas por ahí, por todas partes, como fue siempre.