Esa foto la tomé después de ver por primera vez en más de diez años oscuros, nuevamente al rubio. Habíamos charlado unas dos horas bajo los árboles del parque Saavedra. Yo le ponía sal gruesa a unos caramelos sugus haciéndome la canchera mientras me moría de vergüenza. Me costaba disimular tanta felicidad. Después me fui a tierras ancestrales montevideanos, y esa foto la saqué volviendo de ese viaje. Escuchando en mi mente cantar a mi abuelo, cuando tenía cuatro años: "Mi buenos Aires querido: Cuándo yo te vuelva a ver, no habrá más penas" mientras pensaba cuánto tardaría el rubio en ponerse a tararearla.
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Esa foto la tomé después de ver por primera vez en más de diez años oscuros, nuevamente al rubio. Habíamos charlado unas dos horas bajo los árboles del parque Saavedra. Yo le ponía sal gruesa a unos caramelos sugus haciéndome la canchera mientras me moría de vergüenza. Me costaba disimular tanta felicidad.
Después me fui a tierras ancestrales montevideanos, y esa foto la saqué volviendo de ese viaje. Escuchando en mi mente cantar a mi abuelo, cuando tenía cuatro años: "Mi buenos Aires querido: Cuándo yo te vuelva a ver, no habrá más penas" mientras pensaba cuánto tardaría el rubio en ponerse a tararearla.
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